Ayer los mellis se levantaron con algo de tos, un poco fea la verdad sea dicha. Tenía que hacer unos recados, por lo que antes de salir de casa me aprovisioné su mochila con el “kit resfriado”. El día lo pasaron ambos bastante bien pero la noche fue otro cantar.
Al día siguiente se levantaron con el resfriado en pleno auge y como la noche fue de aúpa, yo empecé a padecer el “síndrome de la pegatina”(x2).
Probablemente nunca habrás oído hablar de ello.
Oficialmente este síndrome no está reconocido por las autoridades sanitarias.
Pero seguro que si eres madre, lo has sufrido en tus carnes. ¡Fijo!
Se trata de esos días en los que tu hijo se pega a ti como una lapa. ¡Literal! Está tan pegado a ti que eres incapaz de quitártelo de encima. Por mucho que los intentes esquivar tienen esa capacidad innata de engancharse donde te pillen y como te pillen. No los puedes evitar. No puedes hacer absolutamente nada si no llevas al niño pegado. Pero es que con el niño pegado pocas cosas puedes hacer igualmente.
Si no estás en contacto directo con él llora, protesta, refunfuña o se queja, de una manera o de otra. Y esto es totalmente independiente de la edad que tenga tu hijo. Ya puedes necesitar hacer cualquier cosa, o incluso cubrir tus necesidades vitales básicas como comer o ir al baño, que tienes que hacerlo con tu hijo pegado.
Si tu bebé es pequeño aún puedes tirar de porteo y, al abultar poco, todavía te puedes desenvolver con maña. Si tu hijo es más mayorcito, y tiene un atisbo de comprensión, te podrá esperar a que hagas lo que necesitas tras haber cargado la mamibatería. Pero…Como tu hijo esté en ese período intermedio….ahí sí que sufres el síndrome en todo su esplendor.
Nosotros, a pesar de los 3 años, aún seguimos aprovechando las ventajas del porteo en estas ocasiones. Pero somos muy grandotes ya y hay ocasiones que necesito bajarles para hacer cosas puntuales y después les vuelvo a subir.
En estado natural no me presentan ningún inconveniente, pero cuando aflora del síndrome de la pegatina…¡agárrense los machos!
Todo el tiempo que están despegados es tiempo que están protestando. Aunque sea el tiempo que tardas en sentarte en el baño, a pesar de que están contigo, a tu lado. Si están malitos, como suele ser cuando aflora este síndrome, lo normal es que estén llorosos. Y no sólo tienes que aguantar “la pegatina” puesta todo el día (o pegatinas en mi caso). Si no que también tienes que armarte de paciencia para aguantar sus expresiones de malestar general.
Por suerte, son sólo días puntuales y no queda otra que armarse de paciencia y ser comprensivos.
Y tú, ¿has sufrido alguna vez este síndrome?